Primera parte.- Lo sucedido con la CAM en los últimos años es una auténtica vergüenza para una sociedad democrática. La forma en que unos pocos se han servido de esta entidad, en su beneficio propio, es un expolio que no debe quedar impune y una lección que debemos aprender. En palabras del Gobernador del Banco de España, “lo peor de lo peor”.
La sonrojante manipulación de los poderes públicos y la errática estrategia de negocio basada en la especulación inmobiliaria, forman parte de la desgraciada mezcla explosiva que ha llevado al borde del colapso al sector de las Cajas de Ahorros.
Pero la CAM también ha tenido mala suerte. Además de tener que estar al servicio de la disparatada política de inversiones del gobierno de la Generalitat (Ciudad de las Artes, Ciudad de la Luz, Terra Mítica) y de haber apostado de forma recurrente por la hundida industria inmobiliaria, ha sufrido algunos de los gestores más sinvergüenzas que todos recordamos. Sueldos millonarios, pensiones vitalicias y despilfarros de todo tipo son la crónica de un oprobio que terminaremos pagando todos. Pueden verse más detalles en EL PAÍS.
Aquí está la factura: tras el suspenso en las pruebas de solvencia a la banca de la UE y después de que sus socios del “Banco Base” tuvieran que expulsarlos del SIP, la CAM fue intervenida por el Banco de España, mediante una participación en capital social de 2.800 millones de euros procedentes del FROB, en julio de 2011. Cinco meses después, el Fondo de Garantía de Depósitos adquiere el 100% del «Banco CAM», la nueva entidad que agrupa el negocio financiero de la caja, a través de sucesivas ampliaciones de capital, por un importe total de 5.249 millones de euros. Tras estas operaciones, el Sabadell adquiere el banco por el precio simbólico de un euro. El presidente del Sabadell, Josep Oliu, declara que la operación le permite incorporar «una entidad previamente saneada y sin riesgos sustanciales adicionales». Ya lo creo.
Segunda parte.- Los antecedentes de la CAM tienen 125 años de historia. Queda claro que su historia, como la de la mayoría de las Cajas españolas, no es sólo su historia reciente.
Como Caja de Ahorros, la CAM era una entidad sin ánimo de lucro, cuyos excedentes revertían de forma obligatoria en la sociedad. Durante décadas, la CAM fue un referente para las familias y a las PYME de su entorno. Contribuyó a la inclusión financiera de su territorio a través de mas de 1.000 oficinas y más de 7.000 empleados. Puso a disposición de sus clientes una oferta de productos y condiciones muy distintas de los que ofrecia la banca comercial. Además, a pesar de sus directivos, en 2010 la CAM devolvió a la sociedad 26 millones de euros en Obra Social, a través de cientos de iniciativas de todo tipo, de las cuales se beneficiaron 4’5 millones de asistentes directos.

Tercera parte.- ¿Quién gana y quien pierde con todo esto? Las Cajas de Ahorros están sufriendo la crisis, como todos. Están pagando sus errores de gestión, como pocos. Y, lo que es peor, han dilapidado su posicionamiento comercial y su imagen pública, hasta convertirse en un ejemplo de lo indeseable. Un balance verdaderamente injusto, después de más de un siglo de servicio a la sociedad. Pierden, por tanto, las Cajas en su conjunto.
Pierden la sociedad y el Estado, que han tenido que aportar sumas millonarias, agotando prácticamente el Fondo de Garantía de Depósitos. Pierden los clientes de la CAM, que ven sus ahorros sumidos en la incertidumbre. Pierde su entorno territorial, que no volverá a beneficiarse de la inversión de su Obra Social. Pierden los empleados de la CAM, muchos de los cuales irán al paro con el cierre anunciado de las 300 oficinas, y el resto, que verá amenazada su estabilidad laboral y sus condiciones de trabajo.
Pero, ¿quien gana? De momento, el Banco Sabadell ha ganado una entidad saneada, al precio de 1 €. Y, un dato curioso: es la primera vez en la historia que un banco compra una Caja. Durante años, bancos y Cajas han sido competidores acérrimos, se repartían el mercado de depósitos al 50%. Durante todos esos años, la banca ha intentado por todos los medios debilitar a su competencia. Y, ahora, la crisis, le ha puesto en bandeja su objetivo. Las dificultades de las Cajas para reforzar sus fondos propios, sus errores de gestión y un incuestionable impulso político (recordemos las circunstancias en las Fainé sustituyó a
Quintás al frente de la CECA) han terminado por poner a las Cajas al borde de la desaparición.
Puede que la historia reciente de la CAM responda al estereotipo de lo que muchos han querido ver en las Cajas de Ahorros, pero no olvidemos que esa imagen pública no ha sido casual, ha sido trabajada concienzudamente por aquellos que tenían mucho que ganar con ella.
Las Cajas transitan hacia su desaparición, a través del puente de plata que le tiende el FROB, entre el aplauso sordo de la banca. Una pérdida que lamentaremos pronto. Un hecho que no concuerda con la necesaria recuperación de la función social de la banca y, mucho menos, con la resucitada demanda de una banca pública. Una circunstancia que, en definitiva, reduce la competencia en el mercado del crédito, con el perjuicio que eso supone siempre para el consumidor. Al final, los bancos ganan: se han comido a su competencia.
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